jueves 18 de abril de 2024
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covid-19

A un año del aislamiento que cambió nuestra vida

En la víspera del 20 de marzo de 2020, el presidente Fernández anunció que toda la ciudadanía debía quedarse en su casa a partir de la medianoche y se restringieron todas las actividades no esenciales. Las flexibilizaciones fueron progresivas, aunque la virtualidad prevaleció en casi todos los ámbitos de la vida. 12 meses después, la amenaza de una segunda ola de contagios pone en jaque al gobierno, que intenta bajar la mortalidad con la vacunación y busca evitar el ingreso de nuevas cepas.
sábado 20 de marzo de 2021
El 20 de marzo de 2020 comenzó a regir en todo el país el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio por la pandemia de coronavirus.
Calle Coronel Mercau, en el centro histórico de Villa de Merlo en plena cuarentena.
Calle Coronel Mercau, en el centro histórico de Villa de Merlo en plena cuarentena.

Hace un año todo el país entraba en cuarentena: una medida restrictiva que el gobierno nacional debió tomar para empezar la lucha contra la pandemia del coronavirus, que la mayoría del planeta desconocía y que vino a modificar los hábitos de la población. Durante varios meses los habitantes de San Luis debieron quedarse en sus casas, ya que solo se podía salir a comprar alimentos y medicamentos porque el resto de las actividades quedaron vedadas. Después se implementó la salida según la terminación del DNI y se puso en marcha un sistema de fases, donde la 1 era la más estricta y la 5 la más permisiva.

 

 

El gobernador le pidió a los sanluiseños que se cuiden, cumplan la norma y se queden en sus domicilios

 

Los puntos limítrofes y rutas de la provincia quedaron en custodia de la Policía provincial, hubo que aprender a trabajar desde los hogares y salir a la calle pasó a ser una actividad solo para los esenciales. Las escuelas cerraron sus puertas una semana antes y el Comité de Crisis debió aislar preventivamente a la localidad de Nueva Galia y en particular a la comunidad Menonita, asentada a pocos kilómetros de allí, por la sospecha de casos positivos. 

 

 

La noche del 19 de marzo, el presidente, Alberto Fernández, dio la primera de una serie de conferencias de prensa —desde la residencia de Olivos—, donde iba explicando cada una de las medidas que tomaba, siempre acompañado de alguno de los gobernadores y de innumerables filminas.

Cuando el gobierno de Fernández ordenó el ASPO, en la Argentina se registraban 128 contagios de Covid-19 (otros 30 casos se confirmaron el mismo 20 de marzo de 2020): un año más tarde, el país acumula más de 2,23 millones de infectados y 54.476 muertos por la enfermedad, según datos oficiales.

En tanto que San Luis ya había confirmado su primer contagiado el 9 de marzo. Doce meses después, se contabilizan 25.863 casos y 397 fallecidos.

En aquel entonces las muestras de todo el país se mandaban a analizar al laboratorio del Instituto Malbrán de Buenos Aires. Poco tiempo después, la provincia fue una de las primeras seis en contar con uno propio: el laboratorio “Dalmiro Pérez Laborda”.

 

Los límites interprovinciales permanecieron cerrados más de 9 meses.
Barricada entre La Paz (Córdoba y Merlo).

 

A partir de ese día, la vida normal pasó a ser un recuerdo para todos. Hubo que incorporar palabras y acciones a la vida cotidiana que la mayoría desconocía. Lavarse las manos a conciencia y constantemente, mantener la distancia de al menos dos metros, usar barbijo y abandonar la vida social y familiar; fueron las primeras acciones a las que hubo que acostumbrarse.

Frases como Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) empezaron a sonar en todos los medios de comunicación como la música de moda. Con el tiempo también se sumó el Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DISPO), cuando las restricciones bajaron su intensidad y —de a poco— se pudo recuperar el libre tránsito.

La provincia tuvo unos cuantos días de “tranquilidad”, con calles vacías y una calma que al mes ya se volvió difícil de sobrellevar. De a poco los comercios abrieron sus puertas, los bancos volvieron a atender a poco público, las dependencias gubernamentales retomaron la atención; pero actividades como el turismo y el esparcimiento sufrieron el golpe más duro. El 6 de septiembre se produjo la primera muerte de una sanluiseña, de 87 años, a causa de esta enfermedad.

 

 

En los primeros días de octubre, el gobierno provincial anunció la vuelta a clases presenciales en las escuelas rurales de varios parajes del interior donde ya no se presentaban casos de COVID-19. Pero aun cuando las restricciones fueron mermando y se pudo festejar Navidad y Año Nuevo en familia —y después de que muchos pudieran veranear— se internalizó la “nueva normalidad”. Lo cierto es que la vida de todos los habitantes se modificó. Hoy no se puede entrar a ningún espacio público cerrado sin barbijo, hay que mostrar el DNI para cumplir con la trazabilidad, no se pueden hacer reuniones con más de 20 personas, se debe mantener la distancia de dos metros con aquellos que no se convive; para concretar varios trámites hay que pedir turno previo o hacerlo a través de las páginas de internet; la educación a distancia vino para quedarse, igual que el teletrabajo, que ya cuenta con una ley que lo regula a nivel nacional.

 

Foto: primeros contingentes de turistas de otras provincias que arribaron a la villa.

 

Los avances científicos surtieron efecto y lograron la producción de vacunas que, a medida que llegan, se distribuyen a la población de riesgo, y constituyen la luz de esperanza a la que se aferra la humanidad para combatir la pandemia.

 

El Gobierno trabaja en la vacunación para que aun habiendo contagios de coronavirus,
los casos sean leves, se baje la mortalidad y el sistema de salud pueda dar respuesta sin tensión.

 

Nota: El Diario de la República

Fotos: ECN/Télam/Hospital Madre Catalina

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