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24 de marzo de 1976: el inicio de la oscuridad

Un recorrido por los horrores de la última dictadura militar, desde el Golpe de Estado hasta las secuelas que perduran en la memoria colectiva, destacando la represión, el terrorismo de Estado y la lucha por la verdad y la justicia.
domingo 24 de marzo de 2024
24 de marzo de 1976: el inicio de la oscuridad

El 24 de marzo de 1976 comenzó la era más oscura y sangrienta de la historia argentina. Esa madrugada, los comandantes de las tres armas, el general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Massera y el brigadier Orlando Agosti, a través de un golpe de Estado cívico militar, derrocaron al Gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón.

El autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, que recibió apoyo de los Estados Unidos, además de los principales medios de comunicación privados e influyentes grupos de poder civil, económico y eclesiástico, tuvo por objetivo la instauración del modelo económico neoliberal. Para llevarlo a cabo, aplicó un plan sistemático de terrorismo de Estado que buscaba acallar a todas aquellas personas que se opusieran al proyecto propuesto.

En su primera comunicación, Videla, el presidente de facto subraya que las Fuerzas Armadas asumen el gobierno no solo para acabar con la demagogia, la corrupción y el vacío de poder, sino principalmente para lograr el "total aniquilamiento" de "la delincuencia subversiva".

 

 

Los siete años que transcurrieron bajo la Dictadura de las Fuerzas Armadas estuvieron signados por una constante violación de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, que funcionaron como médula y ánimo social del Estado argentino. 

 

En la Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar, publicada al cumplirse un año del inicio de la dictadura, el periodista Rodolfo Walsh revelaba: “Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio”. 

“La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el “submarino”, el soplete de las actualizaciones contemporáneas. Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad, que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido”, testimoniaba el escritor.

Esa carta que denunciaba los métodos de tortura, las desapariciones y los campos de tortura y exterminio y que desenmascaraba el plan económico del gobierno militar, fue el último documento que publicó. El 25 de marzo, mientras dejaba más ejemplares de la misma en buzones de calle, fue encerrado y baleado por un grupo de tareas de la ESMA. Desde entonces, Walsh permanece desaparecido.

 

El escritor y periodista Rodolfo Walsh aún permanece desaparecido.

 

 

Durante la dictadura militar en Argentina, los secuestros eran una táctica comúnmente empleada por las fuerzas represivas. Estos secuestros solían ocurrir mayormente durante la noche, representando un 62% de los casos, según datos de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Las fuerzas represivas, en grupos que podían variar de 5 a 50 personas, irrumpían en los domicilios de manera violenta, empleando un poderoso arsenal para amedrentar a familiares y vecinos.

En ocasiones en las que la persona buscada no se encontraba en el hogar, se llevaba a cabo el operativo denominado "ratonera", donde se esperaba hasta que la persona cayera en la trampa o se llevaba a algún familiar o amigo como rehén. La mera aparición en la agenda de algún detenido era suficiente para convertirse en blanco de los "Grupos de Trabajo".

Estos allanamientos no solo buscaban personas, sino que también se realizaban saqueos sistemáticos conocidos como "Botín de Guerra", donde se confiscaban diversos objetos, desde libros hasta electrodomésticos y vinos.

 

La mera aparición en la agenda de algún detenido era suficiente para convertirse en blanco de los "Grupos de Trabajo".

 

Una vez secuestrada, la víctima era llevada a Centros Clandestinos de Detención, donde se aplicaban torturas de forma impune. Según los informes, existieron unos 800 de estos centros a lo ancho y largo del país. El objetivo era dejar a la víctima sin resistencia psicológica y física para obtener la información deseada. Se empleaban diversos métodos de tortura, como golpes, descargas eléctricas, uso de picana, parrilla, submarino, entre otros. Estas torturas incluían violaciones y vejaciones, afectando tanto a mujeres como a hombres.

“Es mucho mejor ser vos el torturado que escuchar al que están torturando”, comenta con angustia a ECN Domingo Alberto Montivero al recordar los 2004 días que pasó encerrado como preso político en cárceles de Córdoba y La Plata, Buenos Aires, entre 1977 y 1982.

Las secuelas que le dejó haber estado en prisión son muchas: treinta años sin dormir de corrido, tratamiento psiquiátrico, un temblor en sus manos. “Yo no voy a salir nunca de los ‘70”, admite el hombre que se considera víctima de la injusticia de la Dictadura, pero no se arrepiente de militar por la justicia social.

 

Montivero asegura que peronista lo hizo su madre y que a los 16 años ya estaba identificado con el movimiento. Trabajó con comunidades de ladrilleros, a los que “concientizaba”, y fue parte del frente universitario en La Pampa.

 

 

Otro modo de evitar que se expandieran las ideologías “subversivas” fue la apropiación y el despojo de la identidad de cientos de sus hijas e hijos. Algunos de ellos fueron criados en familias vinculadas al gobierno de facto. Gracias a la incansable lucha de Abuelas de Plaza de Mayo, al día de hoy, 137 nietos y nietas recuperaron su identidad.

 

 

Abuelas de Plaza de Mayo restituyó hasta ahora 137 nietas y nietos. Hay más de 300 personas que todavía desconocen su identidad. 

 

En esa época el miedo se había transformado en un ingrediente de la vida cotidiana. La Junta había aplicado todo lo propio de un gobierno autoritario: terror, disolución del poder Legislativo y Judicial, proscripción de los partidos políticos, prohibición de las reuniones sociales, entre otras. Y arbitró todos los medios para mantener a la sociedad en un estado de inconsciencia sobre lo que realmente sucedía, pese a que los organismos internacionales ya hablaban de violaciones a los Derechos Humanos.

La sociedad estuvo marcada por la opresión y la represión durante aquel oscuro período. La incertidumbre y el silencio se convirtieron en el lenguaje cotidiano. Surgieron frases que se enraizaron en todos los ámbitos: 'Yo, argentino', una frase que refleja la necesidad de sobrevivir en un entorno hostil donde la identidad nacional se utilizaba como escudo contra la persecución. 'Por algo será', una justificación vacía para el sufrimiento y la injusticia. 'En algo andará', utilizada para infundir desconfianza hacia el prójimo, alimentada por el miedo a la delación. 'No te metás', un consejo susurrado en los rincones oscuros de una sociedad paralizada por el terror. 'Algo habrán hecho', el eco de una narrativa oficial que intentaba legitimar la violencia estatal.

Estas expresiones son las que darán origen a una sociedad completamente descreída, descomprometida, temerosa e individualista. 

 

 

El último Golpe de Estado eliminó a toda persona con conciencia de clase, a toda sospechosa de ello, a quienes militaban y quienes no. Dejó más de 30.000 desaparecidos y desaparecidas, la mayor parte tenía entre 21 y 30 años. Envió al exilio a cientos de miles de personas. Una deuda de nuestro país cuyo origen era privado, producto de especulaciones financieras, que con este gobierno fue estatizada, dando origen a una deuda pública que perjudicó y empobreció al pueblo argentino.

En un contexto donde el discurso negacionista se promueve desde las altas esferas del gobierno con el presidente Javier Milei y la vicepresidenta Victoria Villarruel a la cabeza, en tiempos en los que el gobierno de turno intenta desdibujar la historia y negar las 30.000 personas desaparecidas, resulta fundamental recordar que existió una generación que luchó y dio su vida por transformar la sociedad. Al negar la memoria de aquellos y aquellas que defendieron la justicia y la dignidad, se intenta borrar del horizonte una parte fundamental de nuestra historia.

 

 

 

 

MR

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